miércoles, 31 de octubre de 2007

LA OBEDIENCIA EN LOS LABIOS DE LOS DESOBEDIENTES

Resulta curioso que en el período posconciliar, muchos de los que se dedicaban a hacer lo que realmente les daba la gana: negar el dogma católico, disentir abiertamente de las enseñanzas del Papa, menospreciar el Derecho canónico, saltarse a la ligera la disciplina de la Iglesia, etc. Esos mismos eran los que apelaban a la obediencia siempre que se referían a personas o grupos que manifestaban su disconformidad con ciertos cambios graves que se producían en la Iglesia. Justamente, los que literalmente "pasaban de todo" y hacían lo que querían, eran quienes desprestigiaban y tildaban a los otros de desobedientes. ¡Qué ironía y qué desfachatez!. Sin embargo, hay que reconocer que su estrategia les dió buenos resultados, en el sentido de que gran parte de los católicos se lo creyeron. Con tal de no caer bajo la sospecha de ser desobedientes tragaron con carros y carretas y aceptaron con perpeljidad interior, pero sin la mínima resistencia exterior, la "revolución" que se estaba operando y cuyos capataces eran precisamente aquellos que siendo los más desobedientes apelaban a la obediencia para reducir y neutralizar a los otros. En gran medida lo consiguieron. Quienes hicieron saltar por los aires la disciplina de la Iglesia y firmaron la sentencia de muerte de la "obediencia ciega", esos mismos lograron imponer la "obediencia ciega" a quienes en su mente y en su corazón juzgaban escandaloso y sentían rechazo hacia cuánto estaba pasando. Claro está que los desobedientes contaron en gran medida con la ayuda inestimable de abundantes pastores. Sí, pastores que también apelaban y llamaban a la obediencia, pero siempre dirigiendo sus llamadas y sus "amenazas canónicas" no a los auténticos "rebeldes", sino precisamente a aquellos que estaban seguros de doblegar explotando su buena voluntad y su deseo verdadero de permanecer fieles a la Iglesia, evitando a esta brechas y escándalos. Ciertamente, en nombre de la obediencia -una falsa y malentendida obediencia- se impuso una verdadera revolución, se silenció a la mayoría de los sacerdotes, religiosos y fieles, se cometieron innumerables abusos de autoridad. Todo ello, mientras cínicamente se criticaban y condenaban autoritarismos pasados, se hablaba de "la hora de los laicos"- ahora más silenciados y escandalizados que nunca-, se proclamaba la corresponsabilidad en las comunidades religiosas -sometiendo a la mayoría a las disposiciones de "grupos de presión" o de "presuntos peritos y peritas"-. Todos cuantos manifestaban reparos y resistencias eran reducidos exteriormente por las llamadas de la superioridad, en los distintos niveles, a la obediencia. Reducidos y acallados por los eslóganes del momento: "Renovarse o morir", "No seas tridentino", "Hay que estar con los tiempos", "Hay que ser abiertos", "Hay que volver a las fuentes", "Hay que estar con la Iglesia"... Ahora que han empezado a cambiar las tornas, ¿dónde está nuevamente la obediencia de los desobedientes? ¿Van a obedecer a Benedicto XVI? ¿Van a colaborar o van a ofrecer al Papa su silencio y su desprecio? ¿Piensan dedicarse a entorpecer y a poner trabas?... Los Obispos que en el pasado más reciente tanto han apelado a la obediencia a los católicos -sacerdotes, religiosos y laicos-,¿van a seguir apelando ahora con el mismo ímpetu y siendo ellos ejemplo del rebaño?... La nueva estrategia parece ser: "Hay que obedecer al Concilio". ¿Sabrán responderles con cotundencia los hasta ahora silenciados : "Hay que obedecer al Papa"?.

sábado, 13 de octubre de 2007

SOBRE OBISPOS, CURAS Y LA MISA TRADICIONAL

A partir del Motu Proprio Summorum Pontificum se entiende que hay un único Rito Romano con dos formas: la forma ordinaria (Misal de Pablo VI) y la forma extraordinaria (Misal de 1962). Siguiendo esta lógica algunos obispos ya han manifestado públicamente su decisión de exigir a los futuros curas que salgan del seminario el saber celebrar las dos formas del único Rito Romano. Cualquiera que tenga un mínimo de sentido común juzgará dicha decisión como la actitud más propia y correcta que cabría esperar de los obispos. Eso sí que es buscar el bien espiritual de todos los fieles. Eso es lo propio de un obispo que verdaderamente quiere ser padre y pastor de todos aquellos que le han sido encomendados. Esa es la actitud propia de un obispo católico que ha de gobernar la porción que le ha sido encomendada en perfecta comunión con el Papa, Pastor Supremo y universal de la Iglesia. Todo lo que se salga de ahí es más bien deslealtad, debilitamiento de la comunión eclesial y un juego macabro a convertir las diócesis en pequeños reinos de taifas en los que cada uno de esos obispos pretende ser un sumo pontífice en miniatura. Vamos, que la cosa tiene más que ver con el espíritu autocéfalo de los ortodoxos o liberal de de los protestantes, que con el genuino espíritu católico. La publicación del Motu Proprio ha servido también para que todos los de la "cáscara amarga" se hayan echado a las armas comenzando a disparar: "que se exija a cuantos desean celebrar el rito extraordinario pruebas públicas de que no ponen en duda la legitimidad del rito de Pablo VI". Estos que llevan cuarenta años haciendo lo que realmente les da la gana se nos presentan ahora como guardianes de la ortodoxia.Pues bien, siguiendo su lógica ¿no habría que exigir a todos estos, obispos y curas, que den pruebas públicas de que admiten la legitimidad y la ortodoxia del Misal que durante siglos y siglos ha usado la Iglesia? Estos obispos y estos curas inflamados de celo apostólico y doctrinal a la hora de defender el Misal de Pablo VI, ¿manifiestan el mismo celo y la misma pureza doctrinal defendiendo y amando la lex orandi multisecular de la Iglesia? Pues den prueba de su catolicidad celebrando también el rito extraordinario. Si el Papa les obligara a ello veríamos que pasaría... Por lo tanto, igual que hacen ellos, mientras se nieguen a celebrar también conforme al Misal de 1962, es legítimo que los demás dudemos o pongamos en entredicho su adhesión a la fe de siempre, a la Iglesia de siempre, a la doctrina de siempre y a lo que siempre la Iglesia ha entendido y enseñado qué es la Santa Misa. ¿No será que para muchos o para todos estos su "Iglesia" nació en 1962 y su lex orandi en 1969?. Manifiesten lo contrario y si quieren ser creíbles cojan el Misal de 1962 y empiecen... Sí, ustedes también señores obispos, ustedes también.