lunes, 5 de marzo de 2007

MASTERPLAN PARA DESTRUIR LA IGLESIA ( I )

Hace varias décadas se difundió el famoso texto del Masterplan para destruir la Iglesia. El texto comenzaba de la siguiente manera: "Alguien dejó "olvidado" en mi oficina médica un sobre grande, cerrado. Después de dos meses nadie lo reclamó. Lo abrí para averiguar la identidad de su dueño. Lo que me encontré fue una gran sorpresa: "El Masterplan para destruir la Iglesia", nadie firmaba, no se daba ninguna dirección, nada más que un plan riguroso para destruir la Iglesia de Cristo".
¿Es creíble esta relación de hechos? ¿Es creíble esa trama de la que habla qien publicó el Masterplan?... Quizás la respuesta a estas preguntas sea lo de menos. Lo importante es analizar si los puntos precisos del diábolico plan se han ido cumpliendo. Aquellos que, gracias a Dios, no hayan perdido la capacidad de asombro se sorprenderán enormemente. Pero, antes de seguir adelante, dejemos claro que ningún plan humano, por perfecto y estudiado que sea, logrará nunca destruír la Iglesia de Cristo. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Sin embargo, la promesa de Cristo no obsta para que la Iglesia pueda sufrir terribles crisis, e incluso que multitudes de católicos puedan desviarse de la fe verdadera, y también que la Iglesia pudiera llegar a desaparecer de vastas áreas geográficas. El Cardenal Ratzinger componía la siguiente oración para el Via Crucis del año 2005:
"Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos".
Seguramente el Cardenal no compondría esta plegaria sin estar firmemente convencido de que una crisis terrible, de gigantescas proporciones, sacude hoy la nave bimilenaria de nuestra amadísima Iglesia. Con Masterplan o sin él los frutos de la devastación están a la vista. Y lo que es más triste: los enemigos de la Iglesia no sólo han actuado y actúan desde fuera de ésta, sino desde el interior, inoculando su pestilente veneno en sus mismas venas: dicasterios, universidades, seminarios, noviciados y parroquias.
Lo primero de todo es orar con perseverancia y confianza en Dios y en Nuestra Señora:
"Acoge, Señor, benignamente las súplicas de tu Iglesia, para que, destruidas las adversidades y los errores todos, te sirva con segura libertad. Humilla, Señor, la soberbia de nuestros enemigos, y con toda la fuerza de tu brazo abate su contumacia. Por Cristo nuestro Señor". ¡Madre de la Iglesia, ruega por nosotros!