domingo, 20 de enero de 2008
OTRO MÁS PASADO DE MODA QUE LA CARRACUCA
lunes, 14 de enero de 2008
IÑAKI GABILONDO: EL NUEVO SANTÓN
viernes, 9 de noviembre de 2007
SE HA ABIERTO LA VEDA. SE HA PERDIDO LA VERGÜENZA
Si en la Iglesia hay libertad de expresión, entonces la hay para todos.
Si en la Iglesia se pueden hacer públicas las disensiones con la Jerarquía, entonces podemos publicarlas todos, guste o no guste. Se tiene que acabar que unos sí y otros no. Porque mientras no se demuestre lo contrario todos tenemos derecho a ser tratados como hijos de buena madre, y por lo tanto se acabó que a un sector de la Iglesia se pretenda tratarnos siempre como hijos de madrastra. ¡SE ACABÓ!
Aquí no nos movemos por los gustos de los jerarcas de la Iglesia, sean del grado que sean. No hemos venido a la Iglesia ni hemos consagrado nuestra vida para cumplir gustos particulares ni caprichos de nadie. No hemos venido ni permanecemos para con nuestro silencio contribuir a la extensión de ciertas ideologías clericales que pretenden imponerse apelando a una falsa obediencia.
Los únicos 'gustos' a los que nos atenemos son los de Jesucristo y los de la Iglesia, dejando bien claro que se trata de los 'gustos' de la Iglesia de Roma, Madre y Maestra de todas las Iglesias. Por lo tanto nos asiste todo el derecho del mundo a manifestar nuestro asombro, nuestra decepción y nuestra más firme condena como Católicos si la jerarquía aprobase o consintiese comportamientos como los que tristemente muestran las fotografías que encabezan este post.
Nos asiste todo el derecho del mundo a protestar ante quien sea y con la clara conciencia de que si callamos un día se nos pedirán rigurosas cuentas de nuestro silencios.
Si alguien dice que esto es la Misa, tal y como la Iglesia la entiende, entonces ese tal ha perdido la vergüenza.
Si alguien dice que esto se ajusta a la dignidad y al respeto que la Iglesia exige ante el misterio eucarístico, entonces ese tal ha perdido la vergüenza.
Si realmente este tipo de atropellos fuesen abiertamente consentidos por las autoridades pertinentes y esas mismas autoridades tuviesen la cara dura y la osadía de poner trabas a quienes con todas las bendiciones del Santo Padre optan por celebrar el Rito Tradicional de la Misa, estaríamos ante un ejercicio de desfachatez y de autoritarismo verdaderamente insoportables. La autoridad se desprestigiaría a sí misma con tintes de verdadera corrupción.
Lo sentimos profundamente, pero estamos tocando lo más sagrado que como hijos de la Iglesia tenemos.
La Misa no es tuya ni mía. La Misa no es del cura, ni de la parroquia, ni del obispo. La Misa no es ni de Entrevías ni del Vaticano. La Misa es de la Iglesia y sólo a ella le compete establecer las leyes y normas pertinentes para su recta celebración.
¿Se puede tolerar esto mientras se están poniendo trabas a los fieles que desean arrodillarse para recibir la Sagrada Comunión?
¿Se puede mirar para otro lado mientras a otros sacerdotes se les observa con lupa y microscopio?
¿Por qué a unos se les amenaza fácilmente con penas canónicas y otros se mueven a sus anchas?
¿Por qué hay jerarcas tan fuertes con los débiles y tan débiles con los que se hacen fuertes?
¡Cuántas preguntas suscitan ciertos comportamientos escandalosos!
¿Van a despertar por fin los silenciosos y amedrentados haciendo valer los derechos que tienen como fieles de la Iglesia?
¿Se dignarán los católicos ponerse a defender abiertamente el tesoro de la Santa Misa?
¡Ojalá no hayamos perdido todos la vergüenza!